Sobre el espectáculo
El Utopía es un club en el km 5.2 de la carretera del polígono donde se escuchan muchas voces. Ellos entran y ellas nunca salen. Las que no son nadie no existen, como los fantasmas. El cuerpo de la nigeriana Niara fue arrojado al mar, pero su compañera Alika tiene fuego y cerillas. Solo en las cenizas queda una esperanza invisible.
Utopía en llamas es la crónica de una tragedia en veinte fotos. Es un retrato collage de víctimas y verdugos. Es un viaje intermitente, a ritmo vertiginoso, entre la crudeza del cinismo y la poesía de la barbarie.
Nota de la autora
Utopía en llamas nos habla de una tragedia intermitente. Se trata de una fábula de terror en la que la realidad se vuelve literatura y la falacia se instaura para ponernos ante un nuevo de ejemplo de atrocidad humana.
Valiéndonos de esta suerte, tan absurda y fortuita, de haber nacido en un lugar, con un color de piel, un género o un acento, ¿acaso la pobreza deshumaniza? ¿Será que la pobreza nos aleja a millones de kilómetros de la empatía?
España es el tercer país del mundo liderando el ranking en Europa, en demanda de sexo de pago. Alrededor del 80% de las mujeres y niñas que se prostituyen son víctimas de trata humana, una forma moderna de esclavitud que constituye una grave violación de los derechos humanos. Entre el 20% y el 40% de los hombres españoles han pagado alguna vez por sexo. Seguimos poniendo el estigma y la mirada sobre ellas. ¿Pero quiénes contribuimos a regularizar esta práctica, normalizándola socialmente? Da que pensar.
Alda Lozano
Nota de las directoras
Utopía en llamas será un show performático, dinámico, sorpresivo, vital, festivo, poético y espeluznante, terrorífico. Donde los cuerpos, las imágenes, los sonidos y los silencios cuenten tanto o más que la palabra. Apelará a la tripa, NO al discurso racional, NO explícito verbalmente, pero irrevocable para el alma, NO natural, NO hiperrealista, será visceral, sensorial.
Y será así, porque en el km 5.2 de la carretera de demasiados polígonos, enterradas en cenizas, mujeres y niñas, con otro acento, otro color de piel, con otro dios, nos piden a gritos que no miremos hacia otro lado.
Contar esta historia, escuchar está historia, es una necesidad, es una misión, una responsabilidad, también es dolor, desconcierto, espanto… Por eso, una vez más, necesitamos del teatro, para hablar, para contar, para parar, para escuchar, visibilizar, para cuidar, para que se atienda de verdad.
Concha Delgado y Sandra Ferrús