“Historia de una maestra” adapta la obra homónima de Josefina Aldecoa en una firme defensa de que la educación es el arma más poderosa

Madrid, 20 de noviembre de 2025. «Mi revolución está en la escuela». Esa es la premisa sobre la que gira Historia de una maestra, adaptación teatral de la novela homónima de la escritora y pedagoga Josefina Aldecoa, que el Centro Dramático Nacional estrena este viernes. Con versión de Aurora Parrilla, dirección de Raquel Alarcón, y dirección asociada de Laura Ortega, el montaje hace una defensa a ultranza de la educación como el arma más poderosa para que las sociedades avancen. Once intérpretes dan vida a la novela de Josefina Aldecoa en una puesta en escena de gran riqueza visual presidida por un aula como espacio simbólico de la historia. Esta producción del Centro Dramático Nacional podrá verse del 21 de noviembre al 11 de enero en el Teatro Valle-Inclán.

La versión de la adaptadora presenta sobre las tablas a la propia Josefina Aldecoa, que, en pleno franquismo, siente la necesidad de recuperar la memoria de su madre cuya vocación como maestra le influiría en la creación del colegio Estilo. Su madre inspiró el personaje de Gabriela, una joven que sueña con contribuir a la mejora del país como maestra durante la dictadura de Primo de Rivera en los años 20, la República y hasta el estallido de la Guerra Civil.

Raquel Alarcón, directora del montaje, lo define como «la historia de una maestra que, como tantas otras, estuvo viajando y recorriendo toda la zona rural española, de pueblo en pueblo, con un sueño que era poder llevar la cultura y la educación a los lugares donde más se necesitaba». Pero la adaptación va más allá: «También es la historia de una familia, de una mujer que además de maestra es madre y también es la historia de un país».

La intérprete conoció a Josefina Aldecoa ya que estudió en el Colegio Estilo fundado por la escritora en Madrid y ya desaparecido. «La he visto cada día de mi vida en el colegio. Me han castigado y me han mandado al despacho de Josefina. Ahora que han pasado los años me he dado cuenta de que no sé nada de su vida. Este montaje me ha despertado muchísima necesidad de saber», nos cuenta Manuela Velasco.

Julia Rubio, que da da vida a Gabriela, destaca de su personaje su fuerte vocación y «esas ganas de cambiar el mundo desde la educación y la enseñanza». Le gustaría que en el patio de butacas hubiera mucha gente joven ya que cree que «las nuevas generaciones están un poco confundidas con el devenir del mundo y olvidan ciertas cosas que nos han pasado».

Los personajes se mueven, gracias al trabajo de Alba Blanco, en una escenografía muy sintética, creada por Pablo Chaves, cuyo objetivo es, para Raquel Alarcón, «generar un espacio que dé libertad de juego para poder construir mucho con los actores, de manera que el público tenga un rol muy participativo en la creación de la escena». Esto se traduce en una escenografía diáfana, abierta, donde vemos lo más esencial de la obra: un aula cuyos elementos van moviéndose y disponiéndose en la creación de los distintos ambientes.