Sobre el espectáculo
Dos adolescentes sordas deciden quedarse solas en el aula de teatro de su instituto mientras el resto del grupo asiste a una función no accesible. Allí, entre baúles polvorientos y pupitres, comienzan a improvisar con textos de Lorca. Lo que empieza como un juego, se convierte en un viaje onírico, donde el aula se transforma y la poesía cobra vida: la pizarra revela ilustraciones del poeta, los objetos se metamorfosean y los límites entre realidad y ficción se desdibujan.
A través del universo simbólico de Bodas de sangre, las protagonistas exploran el deseo, la pérdida y la tragedia de la juventud truncada: la muerte, no solo del cuerpo sino también de los sueños, cuando se crece sin referentes ni espacios donde imaginarse un futuro.
¿Lograrán trascender esas barreras invisibles que han interiorizado?
Este no es solo un homenaje a Lorca. Es también una declaración de deseo: la de dos jóvenes que imaginan otro lugar posible desde el arte, donde su lengua y su mirada sean centro y no margen. Un espectáculo visual, poético, bilingüe y con vibrante música en directo, que celebra la fuerza transformadora del teatro y el derecho a soñar, en voz alta o en lengua de signos.
Nota de la directora
Dirigir Grito, Boda y Sangre supone, para mí, un acto de reivindicación, de memoria y de libertad. Reivindicación de una lengua —la lengua de signos— que aún hoy está ausente de los escenarios, como si el acceso al teatro no fuera un derecho para todos. Memoria, porque Lorca representa a quienes han sido históricamente silenciados. Y libertad, porque esta versión quiere celebrar la diferencia como fuerza creativa.
La comunidad sorda ha estado demasiado tiempo apartada del teatro. Las propuestas existentes rara vez han sido pensadas desde su cultura, su ritmo o su manera de ver y sentir el mundo. Grito, Boda y Sangre nace para cambiar eso. Esta puesta en escena no es una traducción accesoria, sino una creación concebida en lengua de signos desde el inicio. Y eso transforma todo: la energía, el lenguaje visual, el modo en que los cuerpos narran.
Este espectáculo ofrece una experiencia sensorial que aúna teatro bilingüe, danza signada, máscaras, títeres y vernacular visual. Una propuesta donde oyentes y personas sordas puedan compartir la misma emoción desde códigos distintos, pero en igualdad de condiciones.
Es también un viaje hacia una herida compartida: la muerte de la juventud. No solo la muerte física, sino la de los sueños cuando creces sin referentes, creyendo que los futuros posibles no son para ti. Esa injusticia, cotidiana y silenciosa, es el verdadero trasfondo de esta tragedia.
Grito, Boda y Sangre no solo ofrece una nueva forma de mirar a Lorca. También es una invitación a mirar el teatro —y el mundo— desde otro lugar.
Ángela Ibáñez Castaño